lunes, 7 de enero de 2008

EL CUERPO DE LA MUJER...IMAGEN DE DIOS

"Cuida mucho de hacer llorar a una mujer porque Dios cuenta todas sus lágrimas. La mujer salió de la costilla del hombre, no de los pies para ser pisada. Ni de la cabeza para ser superior. Sino de su costado, para ser igual. Debajo del brazo para ser protegida. Y al lado del corazón para ser amada"

El cuerpo de la mujer es una imagen de Dios, como Él crea y da el fruto creado. Es un cuerpo receptivo y creador. Si lo miras con ojos atentos, te das cuenta de que habla de acogida, de gestación de nutrición. El recibe la simiente en el ugar más emblemático: en sus entrañas, símbolo de fertilidad y de cojín de amor. Allí, en su tierra cálida le espera su media parte y, ya unidad, las dos semillas reciben el calor que necesitan para eclosionar y empezar a crecer.

El cuerpo de la mujer es gestador y nutridor. Va gestando el crecimiento de las semillas, que ya no son más que una. Las alimenta sabiamente con los nutrientes necesarios que el mismo cuerpo va fabricando, para que se vayan desarrollando al ritmo que la naturaleza les marca. Y, cuando ya ha llegado el momento de su autonomía, deja salir el fruto generosamente para que empiece una vida propia, pero no del todo. Aún ha de velar por él, nutriéndolo con un alimente especial, que irá fluyendo de sus pechos y se irá haciendo cada vez más denso, también al ritmo de las necesidades físicas del nuevo ser. Los pechos están situados anatómicamente sobre el corazón y el plexo solar donde se mueven todas las emociones, allí el bebé, acogido por los brazos de la madre, nutrirá su pequeño cuerpo con la buena leche que fluirá empapada del amor y la ternura indispensable para crecer equilibrado psíquica y afectivamente.

Éste es el cuerpo de la mujer

El cuerpo de la mujer, imagen de Dios, es el exponente de cómo han de ser en su esencia la religión y las iglesias.

Un cuerpo creador, dador de vida
Un cuerpo acogedor, maternal siempre y para toda persona que se les acerque
Un cuerpo gestador de humanidad

Un cuerpo nutridor, con los alimentos adecuados siempre a la la persona concreta y a la época en que vivimos, para que vaya desarrollando en ella los recursos necesarios y así poder dar la respuesta adecuada a la sociedad, al compromiso de contrucción de un mundo amasado en los valores de la solidaridad, del amor, de la ternura, de la misericordia, de la compasión, de la comprensión,...

Acogedoras, gestadoras, nutridoras y liberadoras de todas las opresiones interiores y exteriores, educadoras para la libertad y en la libertad

Generosamente desprendidas, dejan marchar el fruto, como el cuerpo de la mujer, para que empiece una vida propia y autónoma física, intelectual y espiritual
Fruto al que habrá de continuar afreciéndole nutrición y acogida sin interferir, y mucho menos prohibir, amenazar y castigar, a todos los que osan expresar opiniones diferentes o disentir, haciendo una crítica constructiva del pensamiento único que se nos quiere imponer y hacer vivir.
Las iglesias y las religiones han de tener esencialmente entrañas de misericordia, dando acogida amorosa y tierna a sus hijos y a todos los que se le acercan

Siempre el cuerpo de la mujer ha sido objeto de entrega generosa y silenciosa a los demás, ya sea en el hogar, en los hospitales, atendiendo a los marginados y huérfanos,... y con él, ella habla con sus obras.